La Eucaristía en la Misa

¿Es vital para el Cristiano la Eucaristía diaria? Este es el material de una plática que acabo de dar con respecto a la Eucaristía como el centro de la Misa. En este trabajo explico cómo recibir a Cristo a través de este sacramento es recibirle también a través de la liturgia de la Palabra, la Eucaristía es la Misa y la Misa empieza desde que el sacerdote dice "En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" y termina cuando dice "Podéis ir en paz".

CONTRA LAS HEREJÍASAPOLOGÉTICAOTRA CATEGORÍAHISTORIA DE LA IGLESIA

Leo Ramírez

8/1/202523 min leer

A priest is holding a glass of wine
A priest is holding a glass of wine

Desde los orígenes de la Iglesia la Eucaristía ha sido la parte central y vital de la vida cristiana.

La celebración en Latín desde los primeros siglos finalizaba con las palabras << Ite, missa est >> que traducido es << Id, son enviados >> o para su mejor entendimiento << id, [la Iglesia] es enviada >>, así la misa obtiene su nombre de esta frase en la liturgia al finalizar la reunión. Esta forma de conclusión era dicha al finalizar lo que llamamos la liturgia de la palabra (cuando eran despedidos los catecúmenos) y luego al finalizar la reunión después de la Eucaristía. Aunque esta forma de despedida pudo haber tenido un origen cultural, teológicamente tiene un sentido evangelístico basado en la Gran Comisión (Mt 28:19-20) “Id, y haced discípulos…”, pero no es hasta después de Gregorio el Grande (c. 604) que esta palabra fue aplicada a toda la liturgia.

La misa entonces, es la celebración en la que el sacerdote representa en el altar el sacrificio del cuerpo y la sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino, ésta es realizada como un memorial de acción de gracias a través de la liturgia de la Palabra y la liturgia Eucarística, las cuales están delimitadas por los ritos de introducción y conclusión siendo todo un solo acto dado que toda la misa encapsula el misterio eucarístico porque así como Cristo está presente en toda su iglesia, en los pobres, los enfermos, los presos, en la persona del ministro, también está presente en los sacramentos, en Su Palabra, en la oración, pero por sobre todo en cuerpo, sangre, alma y divinidad en el sacramento del altar (CEC 1373).

La primera liturgia comprende la proclamación, escucha-acogida de la Palabra de Dios preparando a los fieles para recibir a Cristo en el Sacramento de la Eucaristía, mientras la segunda comprende la presentación del pan y del vino, de la anáfora o plegaria eucarística y la comunión. Así toda la celebración eucarística, es igual de importante pues recibir a Cristo en la Eucaristía es recibirle también en su Palabra y en toda la celebración, por lo tanto, le recibimos y mostramos que le amamos, que le obedecemos, cuando participamos de toda la misa desde su inicio cuando el sacerdote dice “En nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo” hasta su fin, cuando dice “Podéis ir en paz”.

El Catecismo de la Iglesia Católica describe en los numerales 1348 al 1355 la celebración del misterio eucarístico.

El movimiento de la celebración

1348 Todos se reúnen. Los cristianos acuden a un mismo lugar para la asamblea eucarística. A la cabeza está Cristo mismo, el actor principal de la Eucaristía. Él es el sumo sacerdote de la Nueva Alianza; es él quien preside invisiblemente toda celebración eucarística. En representación de él, el obispo o presbítero, actuando en la persona de Cristo cabeza (in persona Christi capitis), preside la asamblea, toma la palabra después de las lecturas, recibe las ofrendas y reza la Plegaria Eucarística. Todos tienen su propio papel activo en la celebración, cada uno a su manera: los lectores, quienes traen las ofrendas, quienes dan la comunión y todo el pueblo cuyo «Amén» manifiesta su participación. (1140; 1548)

1349 La Liturgia de la Palabra incluye «los escritos de los profetas», es decir, el Antiguo Testamento, y «las memorias de los apóstoles» (sus cartas y los Evangelios). Tras la homilía, que es una exhortación a aceptar esta Palabra como lo que verdaderamente es, la Palabra de Dios (1 Tes 2:13), y a ponerla en práctica, vienen luego las intercesiones por todos los hombres, según las palabras del Apóstol: «Exhorto a que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en puestos ilustres» (1 Tm 2:1-2). 176 (1184)

1350 La presentación de las ofrendas (el Ofertorio). Entonces, a veces en procesión, el pan y el vino se llevan al altar; serán ofrecidos por el sacerdote en nombre de Cristo en el sacrificio eucarístico, en el que se convertirán en su cuerpo y sangre. Es la acción misma de Cristo en la Última Cena: «tomando el pan y el cáliz». «Solo la Iglesia ofrece esta oblación pura al Creador, cuando ofrece lo que brota de su creación con acción de gracias» (S. Ireneo, Contra las herejías 4, 18, 4; Ml 1,11). La presentación de las ofrendas en el altar retoma el gesto de Melquisedec y pone los dones del Creador en manos de Cristo, quien, en su sacrificio, perfecciona todos los intentos humanos de ofrecer sacrificios. (1359; 614)

1351 Desde el principio, los cristianos han traído, junto con el pan y el vino para la Eucaristía, ofrendas para compartir con los necesitados. Esta costumbre de la colecta (1 Co 16:1), siempre apropiada, se inspira en el ejemplo de Cristo, que se hizo pobre para enriquecernos (2 Co 8:9): (1397; 2186)

Quienes tienen recursos y están dispuestos a dar, dan según sus deseos. Lo recogido se entrega al que preside para ayudar a los huérfanos y a las viudas, a quienes la enfermedad o cualquier otra causa ha privado de recursos, a los presos, a los inmigrantes y, en una palabra, a todos los necesitados (S. Justino, 1ª Apología 1,67,6).

1352 La anáfora: con la Plegaria Eucarística, la oración de acción de gracias y de consagración llegamos al corazón y a la cumbre de la celebración: (559)

En el prefacio, la Iglesia da gracias al Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo, por todas sus obras: creación, redención y santificación. Toda la comunidad se une así a la alabanza incesante que la Iglesia celestial, los ángeles y todos los santos cantan al Dios tres veces santo.

Nada en esta celebración ha sido puesto al azar, todo tiene una razón de ser y confirmamos que no es un mero símbolo sino una presencia real, por las palabras de Cristo y por el Rol del Espíritu Santo en la Eucaristía.

1353 En la epíclesis, la Iglesia pide al Padre que envíe su Espíritu Santo (o el poder de su bendición) sobre el pan y el vino, para que por su poder se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo y para que quienes participan en la Eucaristía sean un solo cuerpo y un solo espíritu (algunas tradiciones litúrgicas colocan la epíclesis después de la anamnesis). (1105; 1375)

En el relato de la institución, la fuerza de las palabras y la acción de Cristo, y el poder del Espíritu Santo, hacen sacramentalmente presentes, bajo las especies de pan y vino, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, su sacrificio ofrecido en la cruz una vez para siempre.

Ordinario de la misa: “Bendito seas Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; el será para nosotros pan de vida [bendito seas por siempre Señor] Bendito seas, Señor, Dios del universo por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación… Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios, Padre todopoderoso [El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.]”

1354 En la anámnesis (del griego Anámnesis y del Lat. commemorationem) que sigue, la Iglesia recuerda la Pasión, la Resurrección y el glorioso regreso de Cristo Jesús; presenta al Padre la ofrenda de su Hijo que nos reconcilia con él. (1103; 954)

En las intercesiones, la Iglesia indica que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia en el cielo y en la tierra, con los vivos y los difuntos, y en comunión con los pastores de la Iglesia, el Papa, el obispo diocesano, su presbiterio y sus diáconos, y todos los obispos del mundo entero junto con sus Iglesias.

Ordinario de la misa (Plegaria eucarística II y III): “En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias, Padre Santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado.

Por él, que es tu Verbo, hiciste todas las cosas; tú nos lo enviaste para que hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor.

Él, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo.

Por eso con los ángeles y los santos proclamamos tu gloria, diciendo a una sola voz: [Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de su gloria. Hosana en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosana en el cielo.]

Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que se conviertan para nosotros en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, nuestro Señor. El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan; dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: TOMAD Y COMED TODO DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.

Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo: TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR MUCHOS PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS, HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Este es el misterio de la fe: [Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia. Te pedimos, humildemente, que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra; y con el Papa…, con nuestro obispo… y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad.

Acuérdate también de nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro.

Ten misericordia de todos nosotros y así, con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.

Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. [Amén.]”

1355 En la comunión, precedida por el Padre Nuestro y la fracción del pan, los fieles reciben «el pan del cielo» y «el cáliz de la salvación», el Cuerpo y la Sangre de Cristo, quien se ofreció a sí mismo «por la vida del mundo» (Jn 6:51): (1382; 1327)

Porque este pan y este vino han sido hechos Eucaristía («eucaristizados», según una expresión antigua), «llamamos a este alimento Eucaristía, y nadie puede participar en él si no cree que nuestra enseñanza es verdadera, ha recibido el bautismo para el perdón de los pecados y el renacimiento, y vive conforme a la enseñanza de Cristo» (S. Justino, apologética 1, 66,1-2.

Iglesia Católica, Catecismo de la Iglesia Católica, Segunda Edición (Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana, 2019), 340-342.

Durante el rito de Comunión cuando decimos en el Padre Nuestro “Danos hoy nuestro pan de cada día;” también hacemos una confesión de fe que debe evidenciar nuestro deseo y necesidad por ese pan que es la carne de nuestro Señor Jesucristo, para el perdón de nuestros pecados y para nuestro sustento físico y espiritual a través de la Eucaristía.

La Institución de la Eucaristía y la Nueva Alianza

Jesús instituyó la Eucaristía en la última cena que tuvo con sus apóstoles, lo hizo para el bien y para salud (entiéndase salvación) de toda su Iglesia. La palabra griega Eucaristía se traduce como << Acción de gracias >> pero su significado y beneficio es más profundo que lo que la palabra misma nos puede revelar; Cuando participamos de la Eucaristía en la misa tenemos vida en nosotros porque somos Cristificados, permanecemos en él y él en nosotros; Jesús dijo también que quien coma su carne y beba su sangre tiene vida eterna, y le resucitará el último día. Además, en la Eucaristía, Jesús cumple su promesa de estar con su Iglesia hasta que el vuelva otra vez. Tanto los evangelios como el Apóstol San Pablo narran este evento fundacional de la Misa de una manera en que sus palabras no puedan ser interpretadas como una metáfora o lenguaje figurativo.

El apóstol San Pablo en su 1ª. carta a los Corintios 11:23–26 (BJL) escribió:

23Porque yo recibí del Señor lo que también os transmití: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, 24y dando gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en memoria mía». 25Y de la misma manera, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; cuantas veces lo bebáis, hacedlo en memoria mía». 26Porque cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.

Entonces, la misa es el memorial del misterio pascual de Cristo (pasión, muerte, resurrección, ascensión al cielo y su glorioso regreso), así, el Anámnesis o Memorial es más que simplemente un recuerdo de los acontecimientos pasados de este misterio, sino que los mismos se hacen presentes y actuales… Por lo tanto, la víctima es una y la misma; y el sacrificio que fue hecho por Jesús en la cruz una vez y para siempre, se hace presente y se actualiza en cada Eucaristía sin dejar de ser ese mismo único sacrificio.

El glosario del catecismo de la Iglesia Católica dice lo siguiente sobre el Misterio Pascual:

MISTERIO PASCUAL/SACRIFICIO: Obra redentora de Cristo, realizada principalmente por su Pasión, muerte, Resurrección y gloriosa Ascensión, mediante la cual «muriendo destruyó nuestra muerte, resucitando restauró nuestra vida» (1067; cf. 654). El Misterio Pascual se celebra y se hace presente en la liturgia de la Iglesia, y sus efectos salvíficos se comunican a través de los sacramentos (1076), especialmente la Eucaristía, que renueva el sacrificio pascual de Cristo como sacrificio ofrecido por la Iglesia (571, 1362-1372).

Iglesia Católica, Catecismo de la Iglesia Católica, Segunda Edición (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 2019), 891.

Ahora, la promesa de la Eucaristía había sido anunciada por Jesús durante su ministerio cuando en la sinagoga de Cafarnaún frente a quienes le habían seguido después de haber hecho el milagro de la multiplicación de los panes, dijo << el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día >> y agregó << mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida>> declarando así, sin lugar a duda la realidad de este misterio, una realidad que Jesús reveló sobre sí mismo cuando dijo que él es el pan de vida, el pan que descendió del cielo.

El Evangelio según San Juan 6:48–58 (BJL)

48 Yo soy el pan de vida.

49 Sus padres comieron el maná en el desierto

y murieron;

50 este es el pan que baja del cielo,

para que quien lo coma no muera.

51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.

Si uno come de este pan, vivirá para siempre* [alusión al árbol de la vida en el jardín del Edén];

y el pan que yo le voy a dar,

es mi carne por la vida del mundo.»

52 Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» 53 Jesús les dijo:

«En verdad, en verdad les digo:

si no comen la carne del Hijo del hombre,

y no beben su sangre,

no tienen vida en ustedes.

54 El que come mi carne y bebe mi sangre,

tiene vida eterna,

y yo le resucitaré el último día.

55 Porque mi carne es verdadera

comida

y mi sangre verdadera bebida.

56 El que come mi carne y bebe mi sangre,

permanece en mí,

y yo en él.

57 Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado

y yo vivo por el Padre,

también el que me coma

vivirá por mí*.

58 Este es el pan bajado del cielo;

no como el que comieron sus

padres,

y murieron;

el que coma este pan vivirá para

siempre.»

Entonces, como Jesús prometió que el comer su carne y beber su sangre nos hace vivir para siempre, permanecer en él y él en nosotros, además de tener vida, nos promete vida eterna y ser resucitados en el último día, entonces, las preguntas a hacernos serían ¿Qué tanta importancia le deberíamos de dar al Sacramento de la Eucaristía que también es llamado el sacramento de la unidad? ¿Debería ir a misa a diario? ¿Estamos realmente permaneciendo en Cristo cada día? ¿Es realmente vital para nosotros la Eucaristía?

Creo que algunas tal vez ya podríamos contestar aunque conforme vayamos avanzando daremos la correcta respuesta a estas interrogantes.

En el libro del profeta Malaquías 1:11 (BJL) se lee:

11 Desde levante hasta poniente grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar ofrecen a mi Nombre sacrificios de incienso y oblaciones puras*, pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahvé Sebaot.

San Ireneo de Lyon (Discípulo de San Policarpo quien fue discípulo del apóstol San Juan) dice lo siguiente a cerca de la Eucaristía y esta profecía en su obra Contra las herejías:

Otra vez, dando instrucciones a Sus discípulos para que ofrecieran a Dios las primicias de Sus propias cosas creadas—no como si Él tuviera necesidad de ellas, sino para que ellos mismos no fueran ni infructuosos ni ingratos—tomó esa cosa creada, el pan, y dio gracias, y dijo, “Esto es Mi cuerpo.”6 Y la copa asimismo, que es parte de esa creación a la que pertenecemos, Él confesó que era Su sangre, y enseñó la nueva oblación del nuevo pacto; que la Iglesia, al recibir de los apóstoles, ofrece a Dios en todo el mundo, a Aquel que nos da como medio de subsistencia las primicias de sus propios dones en el Nuevo Testamento, acerca del cual Malaquías, entre los doce profetas, habló así de antemano: «No tengo complacencia en vosotros, dice el Señor Omnipotente, y no aceptaré sacrificio de vuestras manos. Porque desde la salida del sol hasta su ocaso, mi nombre es glorificado entre las naciones, y en todo lugar se ofrece incienso a mi nombre, y un sacrificio puro; porque grande es mi nombre entre las naciones, dice el Señor Omnipotente»; indicando de la manera más clara, con estas palabras, que el antiguo pueblo [los judíos] ciertamente dejará de hacer ofrendas a Dios, pero que en todo lugar se le ofrecerá sacrificio, y que este será puro; y su nombre es glorificado entre los gentiles.8

6. Pero ¿qué otro nombre hay que sea glorificado entre los gentiles sino el de nuestro Señor, por quien el Padre es glorificado, y también el hombre? Y porque es [el nombre] de su propio Hijo, quien se hizo hombre por él, lo llama suyo…

Puesto que el nombre del Hijo pertenece al Padre, y puesto que en el Dios omnipotente la Iglesia ofrece ofrendas por medio de Jesucristo, Él dice con razón en ambos casos: «Y en todo lugar se ofrece incienso a mi nombre, y un sacrificio puro».

Este sacrificio puro es ofrecido en la misa, la Eucaristía…

La Eucaristía como sacrificio

El Catecismo de la Iglesia Católica dice en:

1365 Por ser el memorial de la Pascua de Cristo, la Eucaristía es también un sacrificio . El carácter sacrificial de la Eucaristía se manifiesta en las mismas palabras de su institución : «Este es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros» y «Este cáliz, que se derrama por vosotros, es la Nueva Alianza en mi sangre» (Lc 22:19-20). En la Eucaristía, Cristo nos da el mismo Cuerpo que entregó por nosotros en la cruz, la misma Sangre que derramó por muchos para el perdón de los pecados (Mt 26:28).

1366 La Eucaristía es, pues, sacrificio porque re-presenta ( hace presente ) el sacrificio de la cruz , porque es su memorial y porque aplica su fruto:

[Cristo], nuestro Señor y Dios, se ofreció de una vez por todas a Dios Padre, muriendo como intercesor sobre el altar de la cruz, para realizar allí una redención eterna. Pero como su sacerdocio no debía terminar con su muerte (Hb 7:24,27), en la Última Cena «la noche en que fue entregado» (1 Co 11:23), [quiso] dejar a su amada esposa, la Iglesia, un sacrificio visible (como exige la naturaleza humana) por el cual se re-presentara el sacrificio cruento [sangriento] que él debía realizar de una vez por todas en la cruz, se perpetuara su memoria hasta el fin del mundo (1 Co 11:23) y se aplicara su poder salvífico al perdón de los pecados que cometemos a diario (Cc. De Trento: DS 1740).

1367 El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son un solo sacrificio: «La víctima es una y la misma que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, y la misma que entonces se ofreció en la cruz; solo difiere la forma de ofrenda». «Y puesto que en este divino sacrificio que se celebra en la Misa, está contenido e inmolado incruentamente (sin derramamiento de sangre) el mismo Cristo que se ofreció una vez de manera cruenta en el altar de la cruz (Cc. De Trento 1743)… [Entonces,] este sacrificio es verdaderamente propiciatorio». (1545)

La 1ª epístola de San Juan 2:2 (BJL) dice:

2 Él es víctima de propiciación por nuestros pecados,

no sólo por los nuestros,

sino también por los del mundo entero.

El Catecismo de la Iglesia Católica también dice lo siguiente:

1368 La Eucaristía es también el sacrificio de la Iglesia. La Iglesia, Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con él, ella misma se ofrece entera e íntegra. Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo se convierte también en el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, sus sufrimientos, su oración y su trabajo, se unen a los de Cristo y a su ofrenda total, adquiriendo así un nuevo valor. El sacrificio de Cristo presente en el altar permite que todas las generaciones de cristianos se unan a su ofrenda. (618; 2031; 1109)

Iglesia Católica, Catecismo de la Iglesia Católica, Segunda Edición (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 2019), 344.

Los primeros cristianos y la Eucaristía

Para los primeros cristianos el centro de la misa, es decir, la Eucaristía nunca fue algo simbólico, opcional o de menor importancia. Aún bajo persecución, los cristianos buscaban la manera de reunirse en lugares discretos o escondidos incluyendo las catacumbas para celebrar la Eucaristía y otros sacramentos, como también para interceder por los hombres, al igual podemos confirmar hoy en día, existen lugares donde los cristianos corren peligro de ser secuestrados o asesinados por ir a misa, ellos saben que sin la Eucaristía no pueden vivir, así que arriesgan sus vidas por recibir a Cristo a través de este sacramento en lugar de quedarse escondidos sin el alimento físico y espiritual que obtenemos de la Eucaristía que nutre nuestras vidas.

San Ignacio de Antioquía, discípulo del Apóstol San Juan dijo en su epístola a la iglesia de Esmirna [c. 110 AD]:

Asegúrense de seguir al obispo, como Jesucristo al Padre , y al presbiterio como a los apóstoles ; y reverencien a los diáconos, por ser institución de Dios . Que nadie haga nada relacionado con la Iglesia sin el obispo . Que se considere Eucaristía propia la que es administrada por el obispo o por quien este le haya confiadoNo es lícito bautizar ni celebrar un ágape sin el obispo ; pero todo lo que él apruebe, también agrada a Dios, para que todo lo que se haga sea seguro y válido.

Claramente San Ignacio expone la importancia de la Eucaristía en la misa como también la necesidad de obispos y sacerdotes pues sin ellos no hay quien nos de la Eucaristía, no hay quien ponga a disponibilidad nuestra los sacramentos. Por otra parte, también expresó a los Romanos el deseo que cristianos como él deben tener por este sacramento.

3 No me complacen los alimentos corruptibles ni los deleites de esta vida. Deseo el «pan de Dios», que es la carne de Jesucristo , quien era «de la estirpe de David», y como bebida deseo su sangre, que es amor incorruptible.

San Justino Mártir en su primera apología [151-157 AD]:

Y este alimento se llama entre nosotros Eucaristía , de la cual solo puede participar quien cree en la verdad de lo que enseñamos, quien ha sido lavado con el lavamiento para la remisión de los pecados y para la regeneración, y quien vive según el mandato de Cristo . Porque no los recibimos como pan y bebida comunes ; sino que, así como Jesucristo, nuestro Salvador, hecho carne por la Palabra de Dios, tuvo carne y sangre para nuestra salvación, así también se nos ha enseñado que el alimento bendecido por la oración de su palabra, y del cual se nutren nuestra sangre y carne por transmutación, es la carne y la sangre de ese Jesús hecho carne.

Orígenes contra Celso, habla de la santificación por medio de la participación de la Eucaristía [170-249 AD]:

Pero damos gracias al Creador de todo, y, junto con la acción de gracias y la oración por las bendiciones que hemos recibido, comemos también el pan que se nos presenta; y este pan se convierte por la oración en un cuerpo sagrado, que santifica a los que sinceramente participan de él.

S. Ireneo de Lyon contra las herejías [c. 180 AD]:

Pero nuestra opinión concuerda con la Eucaristía, y la Eucaristía, a su vez, la fundamenta. Porque Le ofrecemos lo suyo , anunciando constantemente la comunión y unión de la carne y el Espíritu. Pues así como el pan, que se produce de la tierra, al recibir la invocación de Dios, ya no es pan común, sino Eucaristía, compuesta de dos realidades: terrenal y celestial; así también nuestros cuerpos, al recibir la Eucaristía, ya no son corruptibles, albergando la esperanza de la resurrección a la eternidad.

Así como el cuerpo sagrado de Cristo nos santifica, así como cuando participamos de él somos cristificados, el comerlo indignamente nos condena, tal como el Apóstol San Pablo hace advertencia en su 1ª Carta a los Corintios.

1 Corintios 11:27–30 (BJL)

27 Por tanto, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor.

28 Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba del cáliz. 29 Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condena. 30 Por eso hay entre ustedes muchos enfermos y muchos achacosos, y mueren* no pocos.

Para evitar comer y beber nuestra propia condena, para evitar enfermar y morir, es necesario que practiquemos los mandamientos de la Iglesia, como lo es el confesarse antes de comulgar en caso de estar en pecado pues en la Eucaristía está Jesucristo presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad.

El misterio de la Eucaristía, Jesucristo presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad

Las palabras de Jesús con respecto a las advertencias dadas por él en el evangelio según San Juan capítulo 6 deben tomarse de forma literal, como cristianos deberíamos recibir a Cristo en el Sacramento del Altar a diario pues Jesús dijo que de esa manera permanecemos en él y él en nosotros, que si no lo hacemos no tenemos vida en nosotros y así como él pide a su Iglesia que tome su cruz a diario y le siga, de la misma manera nos invita a permanecer y vivir en él a diario a través de este Sacramento.

San Cipriano de Cartago en su obra sobre el Padre Nuestro dijo: [c. 252 AD]

Así como es manifiesto que quienes participan de su Cuerpo y reciben la Eucaristía por el derecho de la comunión están vivos, así, por otro lado, debemos temer y orar para que nadie que, al ser privado de la comunión, esté separado del Cuerpo de Cristo, permanezca alejado de la salvación; como Él mismo amenaza y dice: «Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros». Y, por eso, pedimos que nuestro pan, es decir, Cristo, nos sea dado diariamente, para que los que permanecemos y vivimos en Cristo no nos apartemos de su santificación y Cuerpo.

San Cirilo de Jerusalén en sus cinco conferencias catequéticas a los recién bautizados dijo:

Desde entonces... Él mismo declaró y dijo del Pan: « Este es mi Cuerpo». ¿Quién se atreverá a dudar ya? Y puesto que Él mismo afirmó y dijo: « Esta es mi Sangre», ¿quién dudará jamás, diciendo que no es Su sangre?

Por tanto, con plena seguridad, participemos del Cuerpo y la Sangre de Cristo: pues en la figura del pan se te da su Cuerpo, y en la figura del vino su Sangre; para que, al participar del Cuerpo y la Sangre de Cristo, llegues a ser del mismo cuerpo y la misma sangre que él. Porque así llegamos a llevar a Cristo en nosotros, porque su Cuerpo y su Sangre se distribuyen a través de nuestros miembros; así es como… llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina.

Conclusión:

Jesús está presente y disponible para nosotros en cuerpo, sangre, alma y divinidad a través de la Eucaristía.

Así como los primeros cristianos y aquellos que están en persecución en otras partes del mundo mueren por ir a misa y recibir a Cristo en el Sacramento de la Unidad, así es necesario que nosotros reconozcamos nuestra necesidad de ser uno con Cristo y con el resto de su cuerpo, así debemos desear que se nos de Cristo a diario para nuestro bien. Jesús antes de ascender al cielo prometió que estaría con su Iglesia y a través de la Eucaristía tenemos su presencia real.

CEC 1374 El modo de la presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es único. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos como «la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos». En el santísimo sacramento de la Eucaristía, «el Cuerpo y la Sangre, junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por tanto, Cristo entero, están verdadera, real y sustancialmente contenidos». «Esta presencia se llama “real”… es decir, es una presencia sustancial por la que Cristo, Dios y hombre, se hace total y enteramente presente». (1211)

Así, los Padres de la Iglesia afirmaron firmemente que esta conversión aparte de ser real es divina y milagrosa.

San Juan Crisóstomo dijo:

No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino aquel que fue crucificado por nosotros, Cristo mismo. El sacerdote, en el papel de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su poder y gracia son de Dios. «Este es mi cuerpo», dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas.

San Ambrosio:

Convénzanse de que esto no es lo que la naturaleza ha formado, sino lo que la bendición ha consagrado. El poder de la bendición prevalece sobre el de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma se transforma… ¿Acaso la palabra de Cristo, que puede crear de la nada lo que no existía, no podría transformar las cosas existentes en lo que antes no eran? No es menos proeza dar a las cosas su naturaleza original que cambiar su naturaleza.

Tertuliano, “Sobre la resurrección de la carne”

La carne se alimenta del cuerpo y la sangre de Cristo para que el alma también se enriquezca con su Dios.

Así como nuestro cuerpo mortal necesita comer a diario para nutrirse y no morir, así también necesitamos de la Eucaristía en nuestro diario vivir. De manera que, hacer lo contrario demostraría que no le amamos, así participar de su cuerpo y de su sangre es participar de Su Palabra, por lo tanto, participar de la misa desde su inicio hasta su fin a diario…

El Sacrilegio a la Eucaristía

En los casos extremos, el menospreciar o cometer sacrilegio contra los sacramentos, especialmente la Eucaristía, es una grave ofensa contra el primer mandamiento:

CEC 2120 << El sacrilegio es un pecado grave, especialmente cuando se comete contra la Eucaristía, pues en este sacramento el verdadero Cuerpo de Cristo se hace sustancialmente presente para nosotros >>.

Milagros Eucarísticos

Dios permite en ocasiones milagros para aquellos laicos o sacerdotes que han perdido la fe en la real presencia de Cristo en la Eucaristía incluso en la verdadera Iglesia. Dentro de estos milagros existen aquellos que son históricos como, por ejemplo:

Tolosa 1225: San Antonio de Padua consagró una hostia que fue adorada por un burro convirtiéndose el pueblo entero.

Santa Clara de Asís, estando enferma y en medio de la desesperación usó la custodia para defenderse y a su convento de los invasores musulmanes. Dice la historia que de la custodia salieron rayos de luz cegadores y estos vencieron a los atacantes.

También están los milagros apologéticos confirmados por la ciencia, de los que podemos mencionar:

Hostias consagradas que no se han corrompido, estas hostias siguen hasta hoy exhibidas en diferentes partes del mundo donde ha sucedió el milagro, siendo la más antigua el milagro de Zamora que fue consagrada en 1159.

Hostias robadas en Siena Italia el 15 de agosto de 1730, al haber sido encontradas, se dieron cuenta que seguían intactas y permanecen así hasta el día de hoy.

Todas las hostias que han sido comprobadas que milagrosamente se transformaron en tejido ventricular de corazón, todas con el mismo tipo de sangre AB igual al encontrado en la sábana santa de Turín.

Leo Ramirez – BTh.